Este post ha sido publicado en larazón.es
La influencia de las redes sociales en el mundo de la moda es fundamental en nuestro tiempo. La imagen y las tendencias caminan en las redes a la velocidad de la luz. Cientos de millones de usuarios ven el mundo a través del cristal de las redes sociales. La comunicación es hoy un mensaje horizontal que se comparte con los amigos y clientes pero que llega a lugares y personas que no nos conocen. Que nos miran y admiran lo que proponemos. Les gusta y lo pinchan. Como si vieran a través de un cristal que deja entrever los buenos deseos, las colecciones distintas, las modelos auténticas.
Facebook es una red social más informativa. Seria y fiable. Lucha contra las fake news, las noticias falsas de esta era de la posverdad. Y lo hace con una estrategia de autenticidad. Si no eres auténtica, Facebook es un cristal que se rompe y que devora lo falso. La moda de las noticias falsas se va a convertir en el ejemplo de que sólo lo auténtico sobrevive en las redes. ¡Lo veréis! Si quieres ganar seguidores, tener muchos likes tienes que ser real, tú misma. Cuando se utilizan fotos magníficas pero sin personalidad no te sigue tanta gente como esperas. Pero cuando encuentro la manera de contar cómo estoy y cómo me siento con una foto, con una prenda o un gesto, llego a no sé cuántos cientos o miles de seguidores.
Instagram es el instante. ¡Un instante! El momento de una chica joven, de una mujer con su familia. De un proyecto que se percibe como una sonrisa cuando miramos a una multitud y alguien, no se sabe quién ni por qué, nos sonríe. Es como si la libertad para ser una misma se convirtiera en una luz que se abre en el móvil y te dice aquí estoy. No estás sola. Estamos en el mundo juntas y nos queremos.
Desde este blogroom de moda que comparto con vosotros desde La Razón compruebo cada dos semanas que cuando utilizo una frase que no es mía o que no hago mía, no hay respuesta. Pero cuando escogemos una imagen y un comentario verdadero, cierto, útil, sincero, damos la vuelta a un mundo nuevo. Al cristal de la bola que no se rompe si no que brilla. ¡Pínchalo! Verás cómo salta y estalla en pedazos. Sin hacer daño ni ofender a nadie.