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Siempre me ha parecido que hay personas que producen energía y otras que la consumen. Cuando tengo energía, soy capaz de transmitirla, aunque no sé bien cómo. Pero mi familia, mis clientes y mis amigos reaccionan. Y cuando no la tengo, necesito un café, un abrazo, un amigo, una sonrisa. La energía se materializa en el entusiasmo, en la ayuda, en la empatía. Un buen encuentro con mis amigas me llena de energía positiva. A esto lo llaman ahora mindfulness.
La energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma. Lo aprendí en aquellos libros de física que nunca terminé de entender. Y con el paso de los años veo que la moda es una forma de energía que ni se crea ni se destruye, sino que se transforma. Se reinventa. Cuando llega una colección la energía de los creadores se proyecta. Los clientes la recogen, se iluminan y avanzan. Y si no soy capaz de conectar los enchufes de la venta, la luz se apaga y se pierde. Para la venta, la energía es un impulso. Para contestar a un mail, para resolver las taras de una prenda defectuosa, para mantener el showroom limpio y luminoso. Vender, vivir, caminar es energía.
La energía de los años próximos es una energía limpia. No hay otra posible. Lo dicen los expertos y los modistos. No hay lugar para las energías sucias que contaminan la venta, el trabajo y a las personas. Llega la primavera y con ella el color y la luz. La moda recoge la energía de entre las colecciones que han respetado el flujo de la naturaleza. Las que han respetado el valor del trabajo, los derechos de los empleados, la edad de los trabajadores, la armonía de vivir en un sector que no está de acuerdo con las mujeres objeto, ni con las tallas enfermas. La energía es el motor de una moda saludable.
Es difícil comprender por qué la energía no se destruye. Pero tengo la sensación de haber dado con una parte de la resolución del problema. La energía no ensucia la vida, la llena de color, de vitalidad y de trabajos coherentes y bien hechos. Con creatividad. Con capacidad para transformar a la mujer. Con respeto hacia las personas. Somos energía. Pero ahora la llamamos mindfulness.